lunes, 20 de junio de 2011

Génesis capitulo 11


GÉNESIS 11:1-9
Hasta el diluvio, la raza humana hablaba un solo idioma. Sin embargo, Gén 10 hace referencia a varias lenguas (Gén 10:5, 20, 31). ¿De dónde vinieron estos idiomas? Gén 11:1-9 nos indica que surgieron como consecuencia del juicio de Dios sobre la raza humana.

El v.1 describe las condiciones existentes en la tierra cierto tiempo después del diluvio. La población humana había incrementado tremendamente, pero todos hablaban “una sola lengua y unas mismas palabras”. Al trasladarse hacia el este (v.2), una parte de la población se estableció en la llanura de Sinar. Sinar es otro nombre para la región de Babilonia, que se encontraba entre los ríos Eufrates y Tigris (ver Gén 10:10).

En ese contexto se dio el descubrimiento de cómo confeccionar ladrillos, y utilizar asfalto para pegar los ladrillos (v.3). La gente en Sinar usó este avance arquitectónico para dos cosas: la construcción de una ciudad (Babel), y la edificación de una tremenda torre (v.4). En sí, estas cosas no eran pecaminosas; lo pecaminoso tuvo que ver con sus motivaciones, que fueron dobles:

[1] Quisieron construir una torre “cuya cúspide llegue al cielo” (v.4). Aquí vemos el pecado del orgullo, y sabemos que detrás de esto estaba la mano de Satanás. Él estaba motivando a los seres humanos a manifestar la misma actitud que él tuvo, de intentar alcanzar el nivel de Dios.

[2] Quisieron construir la torre para hacerse un gran nombre, “por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (v.4). Dado a que Dios ordenó a los hijos de Noé a llenar la tierra (Gén 9:1), esta actitud por parte de los habitantes de Sinar evidencia una rebeldía abierta contra Dios. Otra vez vemos en esto la obra de Satanás en la mente de estas personas. Como dijera Pablo siglos después, estos hombres estaban “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efe 1:2).

Estos dos pecados – orgullo y desobediencia a los propósitos de Dios – son tan antiguos como la raza humana. Por siglos, Satanás viene motivando al hombre a rebelarse contra Dios.


Moisés dice que Dios “descendió...para ver la ciudad y la torre” (v.5); evidentemente, él está usando lenguaje figurado (comparar Gén 18:20-21). En primer lugar, Dios no tiene que descender del cielo para saber lo que está pasando en la tierra, dado a que Él es espíritu, y por tanto “llena todo en todo”. En segundo lugar, Dios no tiene ojos, ni necesita ver para saber lo que ocurre en la tierra.

El juicio de Dios tomó la forma de hacer que los hombres hablaran diferentes idiomas (v.7). El propósito de Dios en hacer esto fue triple: humillar a los seres humanos, hacer que dejen la obra de construcción, y forzarles a que se esparcieran por toda la tierra (v.8). En otras palabras, Dios no iba a permitir que el pecado del hombre impidiera el cumplimiento de Sus propósitos.

Fue como consecuencia de este juicio de Dios que la ciudad fue denominada “Babel” (v.9). Este nombre está relacionado con el verbo ‘balal’ (hebreo), que significa ‘confundir’.
Es interesante notar que arqueólogos han descubierto una serie de edificios altos en la zona de Babilonia, llamados ‘ziggurats’. Estos edificios tienen una base cuadrada, y se elevan por medio de una serie de niveles cada vez más pequeños, culminando con un pequeño piso que servía como templo. Estos ‘ziggurats’ tenían nombres que indican su uso religioso: ‘La Casa de Enlace entre el Cielo y la Tierra’, ‘La Casa de los Siete Guías del Cielo y de la Tierra’, ‘La Casa de la Montaña del Universo’, etc.
Es interesante notar que arqueólogos han descubierto una serie de edificios altos en la zona de Babilonia, llamados ‘ziggurats’. Estos edificios tienen una base cuadrada, y se elevan por medio de una serie de niveles cada vez más pequeños, culminando con un pequeño piso que servía como templo. Estos ‘ziggurats’ tenían nombres que indican su uso religioso: ‘La Casa de Enlace entre el Cielo y la Tierra’, ‘La Casa de los Siete Guías del Cielo y de la Tierra’, ‘La Casa de la Montaña del Universo’, etc.

Versos 10-26

El v.10 marca el inicio de la quinta sección de Génesis (ver ‘Introducción a Génesis’). En los versos 10-26 tenemos la genealogía desde Sem hasta Abram. Según esta lista había diez generaciones entre Noé y Abram (ver la lista abreviada en 1 Crón 1:24-27). Notamos que la edad de los hombres fue decreciendo paulatinamente, desde Sem (quien vivió un total de 600 años) hasta Nacor (quien vivió 148 años). Poco a poco se iba cumpliendo la palabra de Dios, expresada en Gén 6:3.

En esta lista aparece la figura de Heber (v.14-17), quien dio lugar al nombre de los ‘hebreos’.


Versos 27-32

El v.27 marca el comienzo de la sexta sección de Génesis. Los versos 27-32 nos introducen al gran padre de la fe, Abram. Por ser progenitor de los judíos, aquí comienza la historia de la nación de Israel. A la vez, por ser ‘padre’ de todos los creyentes (Rom 4:16; Gal 3:7), aquí comienza la historia de todo el pueblo de Dios – judío y gentil.

Según el relato bíblico, Abram tuvo dos hermanos: Nacor y Harán (v.27). Abram nació y fue criado en Ur de los caldeos (v.28). Ur era una de las ciudades más importantes de ese tiempo; capital del imperio de los caldeos (conocidos también como babilonios), y una ciudad de cultura. Lamentablemente, era a la vez una ciudad entregada a la idolatría, particularmente a la devoción al dios de la luna. Por ende, la Biblia afirma que Abram y sus padres eran idólatras (Josué 24:2).

Harán, uno de los hermanos de Abram, murió mientras aun estaban en Ur (v.28), dejando un hijo – Lot (v.27). Abram y su otro hermano, Nacor, tomaron sus respectivas esposas. La esposa de Nacor fue Milca, mientras que la esposa de Abram fue Sarai (v.29). Ambas tenían parentesco con sus esposos (como era costumbre a veces en ese tiempo); Milca era hija de Harán, mientras que Sarai era media hermana de Abram (ver Gén 20:11-12).

El nombre ‘Abram’ significa ‘padre enaltecido’ o ‘padre exaltado’, que podría indicar que era de una familia importante en Ur. Sin embargo, había una gran tristeza en la vida de Abram – su esposa, Sarai, era estéril (v.30).


¿Cómo vino este hombre, Abram, a confiar en Dios, siendo él de un trasfondo idólatra? No estamos seguros. Quizá tanto la muerte de su hermano Nacor, como la esterilidad de su esposa Sarai, hicieron que Abram empezara a desconfiar en los dioses de Ur. Lo que sí es cierto, es que estando aún en Ur, Dios se manifestó a Abram (Hch 7:2-3). No sabemos cómo fue, pero obviamente fue un momento impactante en la vida de Abram, y trascendental en la historia de la humanidad. Dios se manifestó a Abram, no solo para su beneficio personal, sino para que a través de él, todas las naciones de la tierra sean bendecidas (Gén 12:3).


Al manifestarse a Abram, Dios le mandó dejar su casa y su parentela, para ir a vivir en una tierra que Él le mostraría (ver Gén 12:1). Aparte de probar su fe y obediencia, Dios estaba queriendo sacar a Abram de Ur, para que él pueda desarrollar su vida espiritual en un ambiente más provechoso, lejos de la idolatría de sus antepasados.

Sin embargo, ese primer mandamiento de Dios parece haber sido muy fuerte para Abram, porque leemos tres cosas en v.31-32. En primer lugar, fue el padre de Abram, Taré, quien tomó la iniciativa de salir de Ur (aunque no sabemos por qué). En segundo lugar, al salir de Ur, Abram no dejó a su parentela, sino que se fue con su padre y con su sobrino, Lot. En tercer lugar, Abram no llegó a la tierra de Canaán, sino que se quedó en Harán (v.32).

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