lunes, 11 de julio de 2011

Génesis capitulo 33



¿Cómo reaccionamos cuando tenemos que enfrentar una situación difícil? ¿Cómo nos sentimos frente a ese momento? Jacob estaba en esa situación. Volvía de Harán y tenía que enfrentarse con el pasado. Años antes, engañó a su padre, y se apoderó de la bendición de la primogenitura de su hermano Esaú, el cual prometió vengarse de él. Mientras Jacob regresaba a Canaán, escuchó que Esaú venía a su encuentro.

Un día antes, lleno de temor, clamaba a Dios (Gén 32:9-12). En medio de su clamor, prevalecía lo inestable que era. Como una ola del mar (Sant 1:6), Jacob luchaba entre confiar en Dios y confiar en sus propias estrategias para salvarse de la mano de Esaú. Durante la noche tuvo una confrontación con Dios. Ese encuentro lo dejó más débil, físicamente (Gén 32:25, 31), pero en mejores condiciones espirituales para enfrentar el encuentro con Esaú (Gén 32:28). En su lucha espiritual, había triunfado con Dios, y era, ahora, un hombre diferente.

Amaneció, y Jacob se preparaba para encontrarse con Esaú. ¿Qué pasaría en ese encuentro? Veamos lo que Moisés escribe al respecto.

1. EL GRAN ENCUENTRO (v.1-4)

Alzando sus ojos, Jacob vio que su hermano se acercaba, con los 400 soldados (v.1a). Tuvo suficiente tiempo para prepararse, y es interesante notar lo que hizo.

i. Colocó a sus hijos con sus respectivas madres (v.1b).
ii. Puso a las dos siervas delante (v.2a), seguidas por las dos esposas (v.2b). Se aseguró que Raquel y José (sus favoritos) fueran al final. ¡Tal vez no confiaba plenamente!
iii. Él mismo se colocó al frente de todos, asumiendo la responsabilidad de defenderlos.

Lo que podemos ver a través de estas acciones, es que Jacob tenía una mente más tranquila y ordenada. Ya no estaba pensando sólo en sí mismo; se muestra dispuesto a enfrentar sus responsabilidades, confiando en la protección de Dios.

Estando cerca a Esaú, se postró ante él (v.3) . Grande fue su sorpresa al ver que Esaú se acercaba, no para matarlo, sino para saludarlo con gran efusividad (v.4) . ¡Es obvio que Esaú había extrañado a su hermano mucho más que Jacob! El saludo de Esaú fue suficiente para que Jacob entendiera que su hermano ya se había olvidado del engaño perpetrado veinte años antes. ¡Todos los temores que había tenido fueron infundados! Esaú y Jacob se encontraron, no como enemigos, sino como hermanos – hermanos mellizos. La gracia de Dios había obrado en el corazón de Esaú, para proteger a Jacob, y para enseñarle que siempre es mejor tener la fe puesta en Dios, que en uno mismo.

APLICACIÓN: ¿Cuántas veces hemos sido como Jacob? Cuando tenemos que enfrentar una situación difícil, miramos a las cosas humanamente, y nos llenamos de temores. El hijo de Dios debe confiar en su Padre, y encomendarse en Sus manos. ¡Él es más que capaz de ayudarnos! Cuántas noches sin poder dormir, con nuestras mentes afligidas, llenas de temores, que finalmente resultaron ser infundados, porque no confiamos en que Dios se hace cargo y puede actuar a nuestro favor.

2. EL DIÁLOGO ENTRE HERMANOS (v.5-15)

Luego del saludo afectuoso, Esaú alzó la mirada e hizo dos preguntas:

a. ‘¿De quién son todos estos hijos?’ (v.5-7)

Ante la pregunta de quiénes eran las mujeres y los niños (v.5a), Jacob respondió a Esaú que eran suyos – regalos de Dios (v.5b) . ¡Qué sorpresa para Esaú! Años antes, él había sido el casado (ver Gén 27:46; 28:8-9), mientras que Jacob (teniendo la misma edad), era soltero. Ahora, Jacob viene con sus cuatro mujeres y una cantidad de hijos (v.6-7). Según Gén 36:1-5, en ese momento Esaú tenía tres esposas y cinco hijos. Probablemente la opinión que Esaú tenía de Jacob cambió por completo en ese momento. Los años no habían pasado en vano; su hermano era un hombre maduro. Algo diferente al “varón quieto” que pasaba todo el tiempo en casa, al lado de su madre (Gén 25:27)

b. ‘¿Para qué son todos estos presentes?’ (v.8-11)

Antes del encuentro, Jacob había enviado, por adelantado, algunos presentes para Esaú. Pero Esaú no sabía el propósito de los mismos, y pregunta: “¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado?” (v.8a). Grande fue la sorpresa de Esaú, cuando Jacob le dijo que eran para él; y que eran para “hallar gracia en los ojos de mi señor” (v.8b). Esaú quizá notó otro gran cambio en su hermano. Antes de irse de casa, Jacob había sido un hombre aprovechador, que ‘tomaba’ las cosas para sí mismo. Se había apoderado de la primogenitura, y había tomado la bendición del primogénito (Gén 27:36). Pero ahora, se muestra generoso (¡aunque no lo hacía sin propósito!). A pesar que Esaú se mostró renuente de aceptar dichos presentes, declarando que tenía suficiente (v.9), Jacob insistió en que los aceptara (v.10).

Las palabras de Jacob son reveladoras:

i. “he hallado ahora gracia en tus ojos” (v.10a). Al engañar a su padre, para robarle a Esaú el derecho de bendición, por ser el primogénito, Jacob había actuado más que mal, y merecía la ira de su hermano. La manera en que Esaú lo recibió, fue un acto de genuina “gracia”.

Sin embargo, debemos observar que al parecer, Jacob no terminaba de creer la nueva realidad. Dijo, “si he hallado ahora gracia…”. Esa pequeña palabra hace una gran diferencia. En la cultura oriental, si alguien acepta el regalo de un viejo enemigo, es señal de reconciliación. Al insistir en que Esaú aceptara estos regalos, Jacob quería estar seguro que Esaú lo había perdonado, y de que estaba dispuesto a tratarlo como amigo y hermano. ¡Tantos años lidiando con Labán, seguramente lo habían hecho un poco desconfiado!

ii. “he visto tu rostro, como si hubiera visto el rostro de Dios” (v.10b). Una persona no puede ver el rostro de Dios, y seguir viviendo (Éx 33:20). Jacob sentía lo mismo frente a Esaú. Estaba seguro que el ver su rostro, lo conllevaría la muerte. Sin embargo, Jacob no murió. Su alivio fue análogo al alivio que sintió Isaías, cuando vio la gloria de Dios, y sobrevivió la experiencia (Is 6:5). Podemos recordar la experiencia de Jacob, y el temor que sintió cuando tuvo la visión de la escalera (Gén 28:16-17).

iii. “Dios me ha hecho merced” (v.11). Con estas palabras, Jacob dio testimonio público de la misericordia de Dios en su vida. Todo lo que tenía, se lo debía a Él.

NOTA

Hay un detalle importante que debemos tomar en cuenta. En los v.10-11, tenemos la expresión, “mi presente”, dos veces (en la RV). En el texto original (hebreo), hay dos palabras diferentes. En el v.10, la palabra, “presente”, es ‘minka’, que significa ‘un regalo’, ‘un presente’ o ‘una ofrenda’. Sin embargo, en el v.11, la palabra en hebreo es ‘beraka’, que significa ‘bendición’ (tenemos la misma palabra en Gén 27:35-36). Jacob engañó a su padre para robar la ‘bendición’ del primogénito; en realidad, la ‘bendición’ de Dios (ver Gén 28:4, “Dios…te dé la bendición de Abraham”). Lo que Jacob tuvo que aprender, a través los años, es que la verdadera ‘bendición’ es un regalo que solo Dios puede dar, y no un padre. Por tanto, tuvo la satisfacción de compartir con Esaú, no solo un regalo, sino parte de la ‘bendición’ de Dios, habiendo entendido que todo proviene de Él, y no de algún esfuerzo humano.

Jacob pudo compartir con Esaú algo de las bendiciones materiales que Dios le había provisto, pero éstas se limitaron a ser sólo materiales. Las bendiciones espirituales, sólo Dios las puede conceder (Juan 1:12-13; Efe 1:3).

Habiendo aceptado el presente de Jacob, Esaú ofreció escoltarlo (v.12), pero Jacob no aceptó su ofrecimiento (v.13-14). Quizá, en su humanidad, no podía dejar de tener cierto temor de Esaú. Jacob dijo que lo alcanzaría en Seir, el lugar donde Esaú vivía (v.14b; ver Gén 32:3), pero no parece haber tenido la intención de hacerlo. En realidad, ¡marchó en la dirección opuesta! Y aunque Esaú insistió en acompañarlo (v.15a), Jacob no quería ni que los soldados de Esaú fueran con él (v.15b). La desconfianza seguía afectando la vida de Jacob.

Habiendo rechazado el ofrecimiento de su hermano, Jacob se separó de Esaú (v.16). Esaú volvió a Seir . Aunque según Gén 36:6, parece que los hermanos luego pasaron cierto tiempo viviendo juntos, los propósitos de Dios para cada una de sus vidas eran diferentes; por eso estaban destinados a vivir separados siempre.

3. LA SEPARACIÓN DE LOS HERMANOS (v.17-20)

Mientras Esaú volvió a Seir, Jacob se dirigió a Sucot (v.17a). En ese lugar, edificó una casa para su familia, y “cabañas” para los animales (v.17b). De allí se derivó el nombre del lugar (v.17c). Sucot está ubicado al este del río Jordán, entre el Mar Muerto y Galilea. El haber construido una casa, da a entender que Jacob se quedó varios años en Sucot.

Habiendo estado un tiempo en Sucot, Jacob cruzó el Jordán, y se estableció en la ciudad de Siquem (v.18), que está a unos 60 Km. al norte de Jerusalén. Llegó “sano y salvo”. Eso parece indicar que el viaje era algo peligroso. Dios lo cuidó; no fue atacado por nadie, ni perdió a ninguno de sus animales. Dios había prometido cuidarlo, y traerlo con bien a la tierra de Canaán (Gén 28:15). Él fue fiel a Su palabra.

En Siquem, Jacob compró una parcela de tierra. Fue la segunda vez que un patriarca compraba tierras. Años antes, Abraham había comprado un lote de tierra, para enterrar a su esposa (Gén 23). Ahora su nieto compra otro lote, para su vivienda. Sin embargo, es importante notar que Jacob no construyó una casa en Siquem, sino que siguiendo el ejemplo de Abraham, vivió en una carpa. El autor de Hebreos explica el significado de ello, en Heb 11:9-10.

Este lugar vino a ser importante. Unos 500 años después, los huesos de José fueron enterrados en Siquem (ver Josué 24:32). Siquem también fue el lugar donde el Señor entabló una conversación con la mujer samaritana (Juan 4:5).

El hecho que construyera un altar en ese lugar indica que Dios se manifestó allí a Jacob (v.20a). No tenemos detalles de esa manifestación, o de lo que Dios le dijo; pero el nombre que Jacob le dio a ese altar es significativo: ‘El-Elohe-Israel’ (v.20b), que significa, “Dios, el Dios de Israel”. Al dar este nombre al altar, Jacob estaba honrando el nuevo nombre (“Israel”) que Dios le había dado recientemente. ¿Sería este altar el cumplimiento de la promesa hecha por Jacob, cuando Dios se le manifestó en Bet-el (Gén 28:22)? Es probable, porque el verbo en hebreo, traducido “erigió”, casi nunca se usa para referirse a la construcción de un altar, sino para cuando se pone o se levanta una piedra (Gén 35:14).

Conclusión

Jacob vino al encuentro con Esaú (¡con su pasado!), luchando entre confiar en Dios y confiar en sí mismo. Lo que aprendió de ese encuentro es que el mejor lugar donde se puede estar, es bajo la protección y cuidado de Dios. Dios es capaz de hacer, como dice el apóstol Pablo, “todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efe 3:20). Lo que Dios demanda para que esto sea una verdad, es confiar plenamente en Él.

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