viernes, 15 de julio de 2011

Génesis capitulo 38


GÉNESIS 38


JUDA Y TAMAR

Antes de seguir narrando la historia de José (Gén 37:36 y 39:1), Moisés hace un alto, para contar la historia de otro hijo de Jacob – Judá. El propósito de este narrativo es triple:

i. Mostrar lo que estaba pasando en Canaán mientras José estaba en Egipto.

ii. Presentar el mal comportamiento de Judá, para resaltar el buen comportamiento de José, en el siguiente capítulo.

iii. Ilustrar el peligro que corría la familia de Jacob en Canaán (por la corrupción moral en la cual estaban cayendo los hijos de Jacob), que hacía necesario su traslado a Egipto.

El último punto nos hace recordar que Dios hace todas las cosas para bien. La hambruna que sobrevino la tierra (incluyendo a Canaán), y que causó muchos problemas a Jacob y a su familia, fue enviada por Dios para salvar a Israel de la contaminación espiritual de Canaán. Este detalle nos enseña a confiar en Dios, en medio de circunstancias difíciles, sabiendo que Él siempre obra para el bien de Su pueblo, y para el cumplimiento de Sus propósitos de salvación en la tierra.

El contraste entre Judá (Gén 38) y José (Gén 39) es muy claro. Lo paradójico es que aunque José estaba lejos de su casa, en Egipto, Dios estaba con él (Gén 39:1); mientras que Judá, estando mucho más cerca de su padre, Jacob, no disfrutaba la presencia de Dios o Su bendición.

El nombre, ‘Judá, significa “alabaré a Jehová” (Gén 29:35); sin embargo, Judá no hacía honor a su nombre. Su vida no glorificaba a Dios. La historia que Moisés narra en este capítulo es bastante sórdida. El narrativo pone en claro dos peligros:

- el peligro de una mala formación (por parte de Jacob). Aunque Jacob conocía a Dios, no transmitió buenos valores morales a sus hijos.

- el peligro de la corrupción moral en la tierra de Canaán. La familia de Jacob (con la excepción de José), lejos de ser ‘sal’ y ‘luz’, se estaban corrompiendo por la inmoralidad que prevalecía en Canaán.

Veamos lo que pasó en este capítulo, y saquemos algunas lecciones espirituales del relato.





1. EL MATRIMONIO DE JUDÁ (v.1-5)

El matrimonio es una de las instituciones fundamentales de la sociedad humana. Tiene un potencial incalculable, para bien o para mal; para dar felicidad, o para generar tristeza. Por consiguiente, la decisión de casarse debe tomarse con sumo cuidado. Judá no tomó eso en cuenta. El se casó apresuradamente, sin pensarlo bien. Eso queda claro, por dos detalles que vemos en el texto:


a. Judá Se Casó Lejos de Casa (v.1)

Por el tiempo que José fue vendido como esclavo y llevado a Egipto, Judá se fue de casa (“se apartó de sus hermanos”, v.1b). Moisés no nos dice por qué lo hizo. Es posible que su conciencia le estaba remordiendo, por haber sido el que sugirió la venta de su hermano José (Gén 37:26). O podría ser simplemente la consecuencia de su trabajo (pastor de ovejas), que lo llevó lejos de su casa; ver Gén 34:5b y 37:12. De todos modos, lo que sabemos es que Judá se fue a vivir con un hombre llamado Hira, “un varón adulamita” (v.1c).

Adulam era un pueblo al suroeste de la tierra de Canaán (ver un mapa bíblico). Era




un buen lugar para criar ovejas (ver foto de la región de Adulam), pero no un buen lugar para buscar una esposa. Quizá Jacob no era el mejor de los padres, y los hermanos de Judá no eran totalmente buenos. Pero estar con ellos hubiera sido mucho mejor que acercarse a los cananeos. Hira podía darle alojamiento y trabajo; pero no era capaz de orientarlo bien en cuanto a la pareja con quien casarse.

b. Se Casó con una Mujer que no Temía a Dios (v.2)

Estando lejos de casa, Judá se sentía solo, y tomó la decisión de casarse. El problema es que se casó con una mujer cananea , que no temía a Dios. Judá sabía que su tío, Esaú, se había casado con mujeres cananeas, y que mereció la desaprobación de Dios y de sus padres por ello (Gén 26:34-35; 28:6-8). Es más, su propio padre había ido lejos de Canaán para evitar casarse con una mujer cananea (Gén 27:46 – 28:1). Sin embargo, Judá hizo caso omiso de todo ello, y decidió casarse con una mujer de Canaán.

LECCIÓN: Cuando actuamos de ese modo, tomando decisiones importantes en forma caprichosa, y siguiendo nuestros impulsos humanos, sin buscar la voluntad de Dios, acarreamos problemas y peligros.

No sabemos nada de esta mujer, aparte del nombre de su padre (“Súa”), y el hecho que ella tuvo tres hijos: Er, Onán y Sela (v.3-5).


2. LA REALIDAD DE LA JUSTICIA DE DIOS (v.6-10)

Cuando ya era de edad, Judá tomó una esposa para su hijo mayor, Er (v.6). El nombre de la mujer era Tamar. Pero, como Er fue un hombre malvado, la justicia de Dios cayó sobre él, y murió (v.7) . Moisés no nos dice lo que Judá sintió, cuando murió su hijo primogénito, pero evidentemente tuvo que haber sido un golpe muy fuerte para él. Por medio de la muerte de su hijo, Dios estaba alertando a Judá de las consecuencias de sus malos caminos. Judá NO estaba experimentando la bendición de Dios, porque Dios no estaba con él. ¡Qué contraste con José en Egipto (Gén 39:2)!

Luego de la muerte de Er, Judá ordenó a su segundo hijo, Onán, casarse con Tamar (v.8). No sabemos por qué lo hizo. La ley aun no había sido dada (Deut 25:5-6). Quizá Judá ordenó a su hijo hacer esto porque era lo que se acostumbraba hacer en ese tiempo. Pero Onán, cada vez que tuvo relaciones sexuales con Tamar, optó por derramar su semen fuera del cuerpo de la mujer (v.9). ¿Por qué lo hizo? Porque no quería “dar descendencia a su hermano” (v.9b). De haber tenido un hijo con Tamar, dicho hijo sería reconocido como el primogénito. Onán ambicionaba el derecho de la primogenitura para sí mismo; por eso no quiso tener un hijo con Tamar.

Uno pensaría que estando con la viuda de su hermano, Er, cuya vida fue recientemente quitada por Dios, Onán tendría más cuidado en su comportamiento. Al parecer, no tomó la muerte de su hermano como un castigo de Dios, y procedió a cometer pecado él mismo. El pecado de Onán fue un pecado contra su padre (quien lo mandó casarse con Tamar precisamente para tener hijos), contra Tamar (porque le estaba negando su derecho de tener un hijo), y contra Dios (por ser una expresión de egoísmo). En consecuencia, Dios le quitó la vida a él también (v.10). Fue un segundo momento amargo para Judá. También lo fue para la esposa de Judá, quien sufrió la pérdida de sus dos primeros hijos. Judá y su esposa pagaron un precio alto por un matrimonio que no se debió haber dado.


3. EL PECADO CONCIBE PECADO (v.11-23)

Habiendo sufrido la muerte de sus dos primeros hijos, Judá no quiso arriesgar la vida del tercero – el único que le quedaba. Por eso le dijo a Tamar que volviera a la casa de su padre, hasta que Sela hubiera crecido (v.11a). Sin embargo, Judá no tenía la menor intención de darle en matrimonio a Tamar (v.11b).
Es interesante notar la actitud de Judá, en el v.11. ¡Atribuyó la muerte de sus dos hijos a Tamar! Pero en realidad, Tamar, a pesar de ser una mujer cananea, era mucho más inocente que los dos hijos de Judá. Los malos fueron Er y Onán; no Tamar. Pero Judá no quiso reconocer eso, mostrando la ceguera moral y espiritual que produce el pecado.

Con el paso del tiempo, la esposa de Judá murió (v.12a). Luego de hacer duelo por ella, Judá fue a Timnat, para trasquilar las ovejas, acompañado por su amigo, Hira (v.12b). Al escuchar de ello (v.13), Tamar, cambió su ropa de viuda, y se sentó al lado del camino, por donde iba a pasar Judá, pretendiendo ser una ramera (v.14). Ella conocía bien a su suegro; sabía lo que él iba a hacer, al verla. ¡Qué pésimo testimonio tenía Judá!

NOTA: El tiempo de trasquilar ovejas es generalmente un tiempo de fiesta y alegría en el campo. Eso se presta para actos indebidos, y el desenfreno de la ‘carne’. Al parecer, Judá cayó en esa trampa.

Cuando la vio, Judá no la reconoció; pensó que era una prostituta (v.15a). Pero se comportó tal como Tamar esperaba - pidió acostarse con ella, sexualmente (v.16). Judá, como muchos varones, fue atrapado por sus ojos (Mat 5:29). Su pecado se agrava cuando consideramos que en los v.21 y 22, la palabra “ramera” es la traducción de la palabra ‘quedash’, que realmente significa ‘una mujer santa’. Es la palabra que se usa para una prostituta sagrada; es decir, una mujer que se prostituía como parte del culto a un dios o a una diosa pagana. Se supone que la forma en que Tamar estaba vestida dio a entender eso; así que, al acostarse con ella, Judá no solo estaba cometiendo un pecado sexual, sino que estaba participando en la idolatría cananea. ¡Uno se pregunta por qué Dios no lo mató a él también!

De todos modos, como no tenía nada con que pagarle a Tamar en ese momento, le dio tres prendas: su “sello” (quizá en la forma de un anillo), su “cordón” (¿un brazalete?), y su “báculo” o bastón (v.18).

Luego de sostener relaciones sexuales, se separaron; ambos yendo por su propio camino (v.19). Pero Tamar quedó embarazada (v.18b). Cuando Judá envió el cabrito como pago, descubrió que Tamar se había ido (v.20). Es interesante notar que la persona que llevó el pago fue su amigo, Hira, el adulamita. Al no hallar a Tamar (v.21-22), Judá decidió desistir de la búsqueda, para no pasar mayor vergüenza (v.23).

4. EL PELIGRO DE JUZGAR A OTROS (v. 24-26)

La segunda parte del plan de Tamar entró en marcha cuando se descubrió que ella estaba embarazada. Ella no sólo sabía que Judá era capaz de inmoralidad sexual (al acostarse con una prostituta), sino que era capaz de juzgar a otros por el mismo pecado. Cuando Judá se enteró que Tamar estaba embarazada, inmediatamente ordenó la muerte de su nuera: “Sacadla, y que sea quemada” (v.24b). ¿Por qué fue tan drástico? Al parecer, consideraba que Tamar estaba comprometida con su tercer hijo, Sela, y que por ende no tenía la libertad para sostener relaciones sexuales con otro hombre. Judá no tuvo nada de compasión; ni siquiera se preocupó por cerciorarse bien de lo que había sucedido. Simplemente la condenó.

Pero al reaccionar de esa manera, Judá cayó en la trampa que Tamar le había tendido. Cuando la sacaban para matarla, Tamar indicó que el padre del bebé que llevaba en su vientre era el dueño de las tres prendas (v.25). Al darse cuenta de lo sucedido, Judá se humilló, y por fin reconoció su pecado. Dijo, “Más justa es ella que yo” (v.26a), confesó.

LECCIÓN: Cuánto cuidado debemos tener de no juzgar a otros por los pecados que nosotros mismos cometemos. El Señor odia esa clase de hipocresía (Mat 7:1-5; Rom 2:1).


5. LA GRACIA DE DIOS TRIUNFA SOBRE EL PECADO (v.27-29)

La historia triste de Judá y Tamar hubiera concluido allí si no fuera por la gracia de Dios. Cuando llegó el tiempo de dar a luz, se encontró que había gemelos en su vientre (v.27). El parto fue extraño (v.28-30), y dio lugar a los nombres de los dos hijos: Fares y Zara.

Aunque Judá nunca más tuvo relaciones sexuales con Tamar (v.26b), asumió responsabilidad por sus dos hijos. Sabemos eso, porque cuando Judá se fue a vivir a Egipto (con toda la familia de Jacob), llevó no sólo a su hijo Sela, sino también a los dos hijos de Tamar (ver Gén 46:12).

La gracia de Dios se manifestó, no sólo en que estos dos hijos de Tamar llegaron a integrar el pueblo de Dios, sino que uno de ellos (Fares) vino a ser el ancestro de David, el rey de Israel (Rut 4:18-22). Como si eso fuese poco, Fares también fue uno de los ancestros del Mesías, el gran Hijo de David. Por eso, Tamar figura en la genealogía de Jesús (Mat 1:3) . ¡Cuán extraña es la gracia de Dios! Ella obra en medio de las historias más sórdidas, sacando bien del mal, para la gloria de Dios. Eso nos da esperanza, porque todos sabemos algo del poder del pecado en nuestras vidas. Si no fuese por la gracia de Dios, perderíamos toda esperanza.


Conclusión

¿Por qué se detiene Moisés a narrar esta historia, entre los eventos relacionados con la venta de José (Gé 37) y su experiencia en la casa de Potifar (Gén 39)? En primer lugar, para darnos otro ejemplo de la mala formación de los hijos de Jacob. Estos ejemplos deben alertar a todo padre cristiano del cuidado que necesita tener al criar a sus hijos. No debe confiar que, siendo creyente, sus hijos saldrán bien, automáticamente. Si un padre (aun siendo creyente) no invierte tiempo en sus hijos, ellos pueden resultar muy malas personas.

En segundo lugar, esta historia muestra como la gracia de Dios puede superar el pecado. Como dijera Pablo, “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Rom 5:20b). Tamar fue una mujer pagana. Judá la trató muy mal, y al final resultó embarazada por él (siendo su suegro). Sin embargo, a pesar de esta situación de pecado, Dios obró Su perfecto plan. Tamar no sólo fue uno de los antepasados de David (Mat 1:3-6), sino que de ella vino el Mesías (Mat 1:3-16). En ella, por la gracia de Dios, fueron bendecidas todas las naciones de la tierra. Esto no justifica o exonera el mal comportamiento de Judá; simplemente engrandece la gracia y el poder de Dios.

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