domingo, 17 de julio de 2011

Génesis capitulo 39


GÉNESIS 39

JOSE Y LA ESPOSA DE POTIFAR

Aquí tenemos el inicio, propiamente dicho, de la historia de José. Es interesante notar que Moisés NO introduce este relato con su frase usual: ‘Estas son las generaciones (u orígenes) de José’ . La ausencia de esta frase es sorprendente, dada la importancia de José en el relato bíblico.

En Gén 37, vemos a un José en grave peligro de crecer como un joven engreído y orgulloso, por ser el hijo favorito de su padre. En este capítulo, vemos como Dios usa los ‘golpes’ de la vida, para corregir esa tendencia en José, y hacer de él una persona humilde, trabajadora, y responsable.

A la vez, hay paralelos muy interesantes entre José y Cristo. José dejó una posición de bienestar y privilegios, y tomó la forma de un siervo (Fil 2:7). A José se le podría llamar, “Emanuel”, porque Dios estaba con él, y le hizo prosperar en todo lo que hacía (Is 53:10b). Al inicio de su estadía en Egipto, José enfrentó una tentación muy grande, pero logró resistir; y salió de la tentación sin cometer pecado. Sin embargo, a pesar de ser un hombre justo, fue acusado de ser un malhechor, y tuvo que pagar por el pecado de otra persona. Estando en la condición de esclavo, se humilló aún más, hasta ser encarcelado (Fil 2:8). Sin embargo, estando en la cárcel, Dios lo levantó, y le dio el cargo más alto en toda la nación, al lado del faraón (Fil 2:9-11).


1. JOSÉ PROSPERA EN LA CASA DE POTIFAR (v.1-6)

Moisés continúa la historia de José, retomando la ilación de Gén 37:36. Los “madianitas” (Gén 37:36) o “ismaelitas” (v.1) lo vendieron a un hombre llamado Potifar, “oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio ”. Obviamente era un hombre importante en Egipto. Sin embargo, la persona importante en esta historia es José, no Potifar. Moisés no nos dice por qué Potifar lo compró. Más allá de cualquier explicación humana, está la mano de Dios, silenciosamente guiando la vida de José para que Sus propósitos se cumplan en su vida.

Aunque José estaba lejos de su familia, Dios estaba con él (v.2). Alejado de su padre, de quien siempre había recibido afecto y aliento, José fácilmente pudo haberse sentido solo, y haber caído en el desánimo. Fue la presencia de Dios en su vida que lo sostuvo – especialmente durante los primeros meses de su estadía en Egipto, cuando habría sufrido bastante, por su condición de esclavo extranjero.

La presencia de Dios no sólo lo sostuvo anímicamente, sino que le ayudó a dedicarse a trabajar. No malgastó su tiempo lamentando la situación en la cual se encontraba, o pensando en el mal trato que había recibido de sus hermanos. Más bien, se dedicó a trabajar, y Dios lo hizo un “varón prospero”. Eso nos enseña que lo que nos hace prosperar, no es dónde vivimos, o qué somos, o qué tenemos, sino la presencia de Dios en nuestras vidas. La prosperidad de José no fue económica, sino integral – prosperó en todo lo que hacía. Había éxito en él; las cosas le salían bien. Tenía buenas ideas; buenos criterios; buenos resultados. Como dice el v.3b, “todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano”. José sirve como un buen ejemplo del ‘hombre justo’, descrito en Sal 1:1-3. Su vida fue un tremendo testimonio ante Potifar (v.3a).

Aunque Potifar era un hombre pagano, y por ende, ‘ciego’ a las cosas espirituales, él pudo ver la manera en que José prosperaba. Dios permitió que él viera eso, no sólo para el bien de José (a quien lo elevó a la posición de mayordomo), sino para su propio bien. La manera en que José prosperaba fue un testimonio del poder del Dios de José. Lo triste es que aunque Potifar pudo ver que Jehová (el Dios de Israel) estaba con José, no mostró interés en conocer a ese Dios; menos quiso dejar sus dioses, para servir a Jehová. Potifar fue egoísta y malagradecido. Estaba contento con las bendiciones que Dios le daba (por medio de José), pero no tuvo interés en conocer al Dios de José, o rendirle culto.

De todos modos, la bendición de Dios sobre la vida y el trabajo de José, aseguró el favor de Potifar; y eso a la vez, alivió la situación de José, como esclavo en Egipto.

A pesar de esta prosperidad, José se mantuvo humilde. Aceptó la situación en la cual se encontraba, y “le servía” a Potifar (v.4a). Esta expresión señala un privilegio para José. Potifar era un hombre de gran importancia en Egipto. Que José sea llamado para atenderlo personalmente (que es lo que el verbo parece indicar), sería considerado un alto honor. Eso nos hace pensar en otro joven (Daniel), quien también fue llevado a la fuerza lejos de su hogar, y terminó como siervo de un gran hombre (Dan 1).

Tal como Daniel prosperó en la corte de Nabucodonosor, José prosperó en la casa de Potifar. Potifar lo hizo “mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía” (v.4). Eso significa que José fue elevado a la posición de administrador. Siendo fiel en lo poco, Potifar lo puso sobre todo (Mat 25:21). Como “mayordomo”, José tenía bajo su cargo toda la casa de Potifar, incluyendo sus bienes y demás esclavos. Tal fue la confianza de Potifar, que “dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía” (v.6a).

Un comentarista observa que José difícilmente pudo haber logrado el puesto de mayordomo si no sabía leer y escribir en el idioma de Egipto. Eso indica que entre las diversas maneras que Dios prosperó a José, una fue en su inteligencia y estudio. Evidentemente, aprovechó sus momentos libres para mejorar su nivel educativo.

NOTA: Dios ya estaba preparando a José para la gran tarea que iba a cumplir más adelante, de ser primer ministro de toda la nación de Egipto. La experiencia que ganó en esta etapa de su vida, le sirvió después. Dios es sabio en todo lo que dispone en la vida de Sus siervos.

Dios honró, tanto la confianza de Potifar, como la fidelidad de José. Por eso, “desde cuando le dio el cargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José” (v.5a). Y esa bendición se extendió a todo lo que Potifar tenía (v.5b). Potifar disfrutó la misma experiencia que Labán (Gén 30:27). Tanto José como Jacob fueron de bendición para hombres paganos, porque Dios estaba con ellos. En la prosperidad de la casa de Potifar, vemos un cumplimiento más de la promesa de Dios hecha a Abraham, en Gén 12:3, “Bendeciré a los que te bendijeren”.

La ‘prosperidad’ de José se extendió hasta su fisionomía, porque Moisés declara: “Y era José de hermoso semblante y bella presencia” (v.6b). En esto, José fue un fiel retrato de su madre, Raquel (Gén 29:17). Sin embargo, como veremos a continuación, ser muy apuesto no siempre es bueno. En este caso, lo expuso a José a un problema muy serio. Una de las estrategias de Satanás es convertir los dones de Dios en trampas mortales. Por eso, debemos pedir a Dios que nos guarde por Su Espíritu, para que podamos hacer buen uso de los dones que Él nos da, y que éstos no lleguen a ser un pie de tropiezo – ni para nosotros, ni para otros.


La clave de toda esta prosperidad era que “Jehová estaba con José” (v.2a). Aunque había sido arrancado de la casa de su padre terrenal, mantenía comunión con su Padre Celestial. Aunque estaba en la casa de un idólatra, José seguía adorando al Dios verdadero. Esta es la razón por la gran diferencia entre la historia de José y la de Judá (Gén 38). En términos del Nuevo Testamento, José estaba ‘permaneciendo en Dios’, y por consiguiente, llevaba mucho fruto (Juan 15:5).


2. JOSÉ ES ASEDIADO POR LA ESPOSA DE POTIFAR (v.7-12)

Todo marchaba bien hasta que la esposa de Potifar “puso sus ojos en José, y dijo: ‘Duerme conmigo’” (v.7). La referencia a los ojos de la mujer, nos enseña que no sólo los varones tienen que tener cuidado con su mirada, sino las damas también. Como dijo Calvino: “Los ojos son como antorchas que encienden la lascivia del corazón”.

No sabemos exactamente qué fue lo que la atrajo a José. Pudo haber sido su apariencia física (su “hermoso semblante y bella presencia”, v.6b), o su carácter; o la combinación de las dos cosas. Pero sea lo que fuera, la atracción que la esposa de Potifar sintió por José la llevó a querer seducirlo.


¿Qué había detrás de esta seducción? Por un lado, podría ser que Potifar tenía parte de la culpa, por no haber atendido bien a su esposa. Quizá ella se sentía sola, no amada. Pero, por otro lado, la manera en que ella actuó demuestra una falta total de pudor, por no decir vergüenza. No esperó que José se interesara en ella, sino que ella se lanzó a José. Se dejó llevar totalmente por su pasión sexual, y no se detuvo a considerar lo que José sentía o pensaba. Ante el primer rechazo (v.8), ella debió haber desistido. Sin embargo, no lo hizo. Ella quería a José, y estaba determinada a tenerlo. Era nada más que codicia sexual.

Para José, la tentación fue fuerte (probablemente). Era soltero; tenía unos veinte años; y la mujer que le asediaba era nada menos que la dueña de la casa donde trabajaba, y a quien veía constantemente. Si hubiera tenido ambiciones personales de obtener riquezas o bienes materiales, o si hubiera querido tener una vida de deleite carnal, el camino estaba abierto para él. Sin embargo, José fue firme en su respuesta (v.8).

Al decir, ‘no’, a la esposa de Potifar, José sabría que lo más probable era que iba a despertar en ella rencor y un tremendo malestar. Para él, era un gran riesgo negarle a la dueña de casa lo que pedía.

Sin embargo, José dio cinco razones por no acostarse con la mujer:

i. Sería una traición a la confianza que Potifar depositó en José (v.8).
ii. Sería un acto de mal agradecimiento, a la luz del privilegio que Potifar le había concedido (v.9a).
iii. Sería un acto contra naturaleza – “tú eres su mujer” (v.9b).
iv. Sería un pecado muy grave (“este gran mal”, v.9b).
v. Sería un pecado contra Dios (v.9c).

José tenía las cosas muy claras en su mente; y fue esa claridad mental que le ayudó a resistir la tentación. No sólo eso, sino que al hablar de esta manera, José estaba ayudando a la esposa de Potifar a reflexionar sobre lo que estaba proponiendo. El comportamiento de José nos enseña la importancia de la mente en la vida cristiana. Demasiados creyentes son gobernados por sus emociones e impulsos. Lo que debemos aprender a hacer es dejarnos guiar por nuestra mente. ¡Debemos pensar y reflexionar, antes de actuar! Eso nos salvaría de muchas tentaciones.

Lamentablemente, la mujer no tenía el mismo criterio que José. Ella estaba bajo el control de sus impulsos. Día tras día fastidiaba a José (v.10), y él tuvo que aprender a evitarla lo más posible. Sin embargo, un día, cumpliendo sus deberes, entró en la casa, y la esposa de Potifar “lo asió por su ropa, diciendo: ‘Duerme conmigo’” (v.12a). Lo único que le quedaba a José era dejar todo y huir (v.12b).

Aunque no había leído lo que Pablo le escribió a Timoteo siglos después (2 Tim 2:22), José había aprendido la importancia de no jugar con el pecado, sino huir de las tentaciones. Eso fue lo que hizo, saliendo de la casa, y dejando su ropa en las manos de la mujer de Potifar (v.12).


LECCIONES: Cuando las cosas marchan bien, Satanás se encarga de atacarnos; especialmente cuando estamos glorificando a Dios en nuestro trabajo. Satanás es capaz de usar muchas personas o cosas para tentarnos – aun la misma bendición de Dios. Él también conoce nuestros puntos débiles, o usa los puntos débiles de otras personas. Hay que mantener una vigilancia constante (1 Ped 5:8). También hay que tener una disposición firme de resistir la tentación, y decir NO a las insinuaciones de Satanás. “El precio de la paz (con Dios y con nuestra conciencia) es la vigilancia constante”.


3. JOSÉ ES ACUSADO INJUSTAMENTE DE VIOLACIÓN (v.13-20)

En inglés hay un refrán que dice, “El infierno no tiene tanta furia como una mujer rechazada”. Eso se cumplió en la esposa de Potifar. Viendo que José la había rechazado por enésima vez (v.10a), y teniendo su ropa en la mano (v.13), ella decidió vengarse de él. Al hacerlo, puso en claro que lo único que sentía por él era pasión sexual; no había nada de amor verdadero.

La venganza tomó la forma de una acusación de violación. Lo hizo delante de los demás sirvientes (v.14a), diciendo (de José): “Vino él a mi para dormir conmigo, y yo di grandes voces” (v.14b). El buen comportamiento de José fue usado en su contra: “dejó junto a mí su ropa y huyó y salió” (v.15).

NOTA: ¡Cuán sutil es Satanás! Es capaz de tergiversar las cosas buenas que hacemos, y volverlas en contra de nosotros. Eso indica cuánto cuidado hay que tener. Día tras día debemos pedirle a Dios que nos proteja del maligno.

Habiendo hecho la acusación, la esposa de Potifar guardó la ropa como supuesta evidencia en contra de José, esperando el retorno de su esposo (v.16). Cuando éste llegó, ella le contó las mismas mentiras (v.17-18). Lamentablemente, Potifar creyó a su esposa, y se encendió su ira contra José (v.19). Esto es muy triste. Muestra cuan poco Potifar conocía a su esposa, y cuan pronto estaba para prestar atención a una acusación como esta, contra un hombre de quien había recibido muchos beneficios y evidencias de fidelidad.

Pero, hay que reconocer que Potifar estaba en una situación difícil. No podía simplemente rechazar la acusación de su esposa, porque eso la pondría en una situación muy delicada ante la servidumbre, quienes habían escuchado la acusación que hizo contra José.

Lo que Potifar debió haber hecho era conversar con José, y postergar una decisión; o al menos, sacarlo de la casa, y dejar que los ánimos de todos se calmaran. Lamentablemente, lo que hizo fue dejarse llevar por su ira (v.19b), y enviar José a la cárcel (v.20a). Lo bueno fue que no lo condenó inmediatamente a la pena de muerte. Una acusación como la que se hizo contra José, de intentar violar a la esposa del amo, era algo muy serio para un esclavo. ¿Por qué Potifar no lo mandó matar? Quizá se debió a que, a pesar de su ira, reflexionó sobre la acusación de su esposa, y se dio cuenta que no era del todo creíble. José había sido su hombre de confianza, y era difícil creer que él pudo haber intentado violar a su esposa. De todos modos, Dios estaba en control de la situación, y no iba a permitir que se le quitara la vida a José.

La cárcel a donde José fue enviado no era cualquier cárcel, sino la cárcel “donde estaban los presos del rey” (v.20b). En realidad, parece haber sido la cárcel sobre la cual Potifar mismo tenía autoridad, como “capitán de la guardia” (ver Gén 40:3, y comparar Gén 39:1) . Este detalle evidencia la mano de Dios obrando, preparando el camino para la liberación final de José, y su elevación al puesto de primer ministro sobre todo Egipto.

De todos modos, la acusación de la mujer de Potifar, y particularmente la acción de Potifar, constituyó una tremenda prueba para la fe de José. Él había actuado conforme a la Palabra de Dios. Quería honrar a Dios y también a Potifar. Sin embargo, el resultado fue que terminó en la cárcel. Fácilmente José pudo haber dicho, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Pero, aunque José no lo podía ver ni entender, Dios seguía guiando sus pasos, preparando el camino para el verdadero destino de José. Lo único que José tenía que hacer era esperar, hasta ver lo que Dios iba a hacer.

LECCIÓN: La historia de José nos muestra la importancia de mantener la calma, en medio de las luchas y de las dificultades de la vida, confiando que aunque no lo podemos entender todavía, Dios está obrando Su perfecta voluntad. Aunque Satanás motivó a la esposa de Potifar a tratar de seducir a José, Dios estaba un paso adelante de Satanás; y el encarcelamiento de José lo colocó en precisamente el lugar donde debía estar, para luego ser llevado ante el faraón.


4. JOSÉ PROSPERA EN LA CÁRCEL (v.21-23)

Aunque José fue tratado injustamente por Potifar y su esposa, Dios seguía con él (v.21a). Aun en la cárcel, Dios estaba con José; y la grandeza de José se pudo notar en medio de su peor sufrimiento – al igual que ocurrió con Jesús en la cruz (Lucas 23:47; Mateo 27:54). Contando con la presencia de Dios en su vida, la bendición divina no tardó en manifestarse. Dios le concedió “gracia en los ojos del jefe de la cárcel” (v.21b).

¡Cómo se repite la historia! Antes, cuando Potifar vio la manera en que Dios le hacía prosperar, él puso a José sobre toda su casa. Ahora, el jefe de la cárcel, viendo su buen testimonio, “entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión” (v.22b). Como resultado, “todo lo que se hacía allí, él lo hacía” (v.22c). José pasó de ser mayordomo de una casa privada, a ser mayordomo de una cárcel; y no cualquier cárcel, sino la cárcel particular del rey – reservada para los prisioneros reales. Como leemos en Rom 8:28, para los que aman a Dios, todo ayuda para bien. Cuando somos fieles al Señor, prosperamos en todo lo que hacemos (Sal 1:3).

Cuando Potifar puso a José a cargo de su casa, nos dice la Escritura que él no tuvo que preocuparse de nada (v.6). Lo mismo ocurrió ahora con el jefe de la cárcel (v.23a). Él no tenía que hacer nada, porque José lo hacía todo; y todo lo que José hacía, Dios lo prosperaba (v.23b).

NOTA: Aunque José fue puesto a cargo de la prisión, no procuró ser liberado de ella. Aceptó su encarcelamiento como la voluntad de Dios para su vida, y esperó ser librado por Dios mismo, no por sus esfuerzos humanos.


Conclusión

Este capítulo pone en claro lo que la gracia de Dios puede hacer en la vida de un hombre sometido a Dios. Primero, la gracia de Dios lo elevó a José a ser mayordomo de la casa de Potifar. Luego, la gracia de Dios lo hizo más que victorioso sobre la tentación. Finalmente, la gracia de Dios lo colocó sobre la administración de la cárcel del faraón. Concluimos, con las palabras de Pablo, “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Rom 5:20). La vida de José es una gran confirmación de ello.

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