jueves, 4 de agosto de 2011

EXODO CAPITULO 3




ÉXODO 3

. LLAMAMIENTO DE MOISÉS 3

Pastoreando las ovejas de su suegro Jetro –que significa “Su excelencia”-, Moisés llegó hasta el Monte Horeb –que significa “Desolación”-, donde se le apareció el Ángel de Jehová, (vs. 1-2).
Según el Diccionario Ilustrado de la Biblia, de editorial Caribe: “Muchos teólogos creen que el Ángel del Señor, mencionado varias veces en el Antiguo Testamento, es una teofanía, o sea, una manifestación de Dios en forma visible y corpórea, antes de la encarnación de Cristo... Puede concluirse que el Ángel del Señor es el Hijo de Dios, quien revela corporalmente la divinidad, (Juan 1:18)”. Otros se oponen a esta idea diciendo que diluye el carácter de la encarnación de Jesucristo, y reduce lo dicho en Hebreos 1:4, que fue “hecho tanto superior a los ángeles”.

El Ángel de Jehová se apareció en una llama de fuego, en medio de una zarza. Lo curioso era que el arbusto no se consumía mientras ardía. Esto atrajo la curiosidad de Moisés. Pero al acercarse a investigar, fue detenido por la voz de Dios que le ordenó quitarse el calzado, pues aquel era un lugar santo, (vss. 2-5).

Dios se le reveló a Moisés como el Dios de sus antepasados los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. El miedo lo sobrecogió y se cubrió la cara porque tuvo temor de mirar la gloria de Dios, (vs. 6). Se creía que ver a Dios cara a cara ponía a quien lo hacía en peligro mortal. Así se lo dijo Dios mismo más adelante, (Éxodo 33:20), “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre y vivirá”. El Señor le dijo a Moisés que el tiempo de liberar a los israelitas de la esclavitud en Egipto había llegado ya. Le reveló su plan de llevarlos a una tierra buena y de abundancia, (vss. 7-9). La expresión “tierra que fluye leche y miel”, es la descripción tradicional de la región llena de colinas de Canaán en su estado pastoral original.

El elegido para la gran tarea de liberar a los hebreos era Moisés, (vs. 10). Sin embargo, después de cuarenta años cuidando ovejas, caminando a solas por los desiertos, con una familia y un hogar establecido en Madián, Moisés ya no era el líder animoso que una vez había querido libertar a su pueblo por su propia iniciativa. Tal vez ya había olvidado mucho del lenguaje refinado de la corte egipcia, y hablaba sólo el idioma madianita. Ahora era un Moisés maduro, más sabio y calculador, era más prudente y por ello presentó una serie de excusas:

Se sintió pequeño para tal misión. Cuarenta años antes lo había echado a perder todo al matar imprudentemente al egipcio. Moisés preguntó: “¿Quién soy yo?” Dios le respondió: “Ve, porque yo estaré contigo”, (vss. 11-12).

Dijo que no sabría qué responder cuando le preguntaran: “¿Cuál es su nombre?” Dios le contestó: “YO SOY EL QUE SOY... Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”, (vss. 13-15). Con este nombre Dios se revela a Moisés como un Dios real, personal, inmutable y todopoderoso.

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