martes, 17 de abril de 2012

EXODO CAPITULO 20




Comencemos por leer el texto en Éxodo 20:4-6. La Biblia dice: No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Este pasaje bíblico comprende lo que se conoce como el segundo mandamiento del decálogo. Para comprenderlo a cabalidad, es necesario tomar muy en cuenta el primer mandamiento del decálogo, porque entre los dos se complementan maravillosamente. Note lo que dice el primer mandamiento del decálogo. Se encuentra en Éxodo 20:2-3 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.
El sujeto de todo lo que estamos hablando, es Jehová Dios, el único y verdadero Dios. Su primer mandamiento es no tener dioses ajenos delante de Él. Este mandamiento, en esencia, condena la idolatría. Con esto en mente, entra el segundo mandamiento. Cuando dice: No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, está condenando la muy humana tendencia a hacer imágenes que representan a Jehová Dios. ¿Existirá alguna manera de representar adecuadamente a alguien que es Espíritu, y por tanto está a la vez en todo lugar, no importa si es arriba en el cielo, o abajo en la tierra, o en las aguas debajo de la tierra? Por supuesto que no. Luego el mandamiento condena la adoración a Jehová Dios por medio, o a través de cualquier imagen. A esto se refiere la parte que dice: No te inclinarás a ellas, ni las honrarás. En esto es donde falla mucha gente tanto en el pasado como en el presente. Normalmente razonan y dicen: No adoro a las imágenes sino a Jehová Dios representado por tal o cual imagen. Pero esto precisamente es lo que condena el segundo mandamiento. La desobediencia a este mandato ocasiona fuerte condena por parte de Dios. Porque Jehová Dios es fuerte, celoso, que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que le aborrecen y también hace misericordia a millares, a los que le aman y guardan sus mandamientos.